El coche de las animas.
Esto ocurrió en la provincia de Soria en la carretera SO-820 entre los pueblos de Rollamienta y Valdeavellano de TeraMe contaron, que un motorista se quedó tirado a las tantas de la noche. Un asunto muy feo de la centralita electrónica que llevaba meses arrastrando.
Estuvo un buen rato sentado en el guardarrail, pero como nadie pasaba, y se había quedado sin batería en el móvil, comenzó a caminar por la carretera, en dirección a Valdeavellano de Tera. Pero nada más ponerse en marcha, se desató una tormenta con viento, rayos y truenos.
Densas nubes vomita el Occidente,
la noche en carro de ébano se sienta
vuela en aras de fuego la tormenta,
hierve el rayo en la espuma del torrente.
José Somoza
Miro al cielo mientras abría los brazos con resignación, pensando que más le podía pasar ya.
En medio del aguacero, vio aparecer a un automóvil que se movía muy lentamente, solo con las luces de posición. Se quedó un poco extrañado cuando se dio cuenta que no se escuchaba el motor, solo el roce de las ruedas con el asfalto, pero no le dio mucha importancia, pensó: “será una mierda de esas eléctricas”
Pues no! el coche que se detuvo a su lado, era antiguo Seat 1500 negro, escucho una voz -¡sube! ¡que te estas mojando!
No conseguía ver dentro del vehículo, con tanta agua en los cristales. Escucho un “clic” en la puerta trasera, entró y se sentó.
Apenas se había colocado, y se estaba secando la cara, con la braga que llevaba al cuello, notó que el coche se comenzaba a mover muy lentamente, sin que se escuchase el sonido del motor.
¡Entonces se dio cuenta de que estaba solo!
¡Aquello estaba moviéndose solo, y acelerando!
Y venía una curva!!!
Intento abrir la puerta, pero la maneta no se movía, probó la otra puerta con el mismo resultado.
Ya a punto de entrar en el carril contrario, por la ventanilla del conductor, apareció una mano esquelética con jirones de ropa y carne colgado que cogió el volante y comenzó a girarlo con energía. Todo ello acompañado de voces que se confunden con el sonido de la lluvia golpeando el parabrisas y el techo: -¡gira! ¡gira! ¡vamos bien! ¡endereza! ¡endereza!
Pero lo peor fue cuando empezó a oír, junto a los resoplidos y jadeos, frases incoherentes que no terminaba de entender, e insultos que parecían dirigirse a él.
Cerró los ojos, se recostó en el asiento y se tapó la cara con las manos, comenzó a rezar porque estaba seguro de que aquel coche lo llevaría directamente al infierno o algo mucho peor.
Estaba al borde de la histeria, cuando comenzó a oír golpecitos insistentes en el cristal de la puerta. Se apretó más las manos contra la cara.
Tan solo quería desaparecer de allí, su mente racional le decía que aquello no podía ser.
Tenía la garganta seca y solo pudo decir con un hilo de voz. -¡no me hagáis nada!
El coche se detuvo en seco. Una cara pálida y distorsionada por la lluvia, se acercó a la ventanilla tamborileando insistentemente con los dedos en el cristal, le gritó.
“¡Que no te hagamos nada, ¡cabrón! ¡Sal aquí fuera y ponte a empujar como hacemos los demás!, ¡vago!
Eran almas en pena que purgaban sus pecados empujando aquel pesado vehículo, que se llevaban con ellos a quien entraba en el coche, quedando el más antiguo libre, para poder descansar, en paz.
La Guardia Civil encontró la moto en el arcén, averiada, pero no había rastro del dueño, se le buscó durante meses y al final fue dado por desaparecido.
Quizás continúe empujando el coche...
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