viernes, 24 de mayo de 2019

Leyenda V. La mujer del cementerio

La mujer del cementerio

Jaime, aprovecho unos días de vacaciones que tenia pendientes para hacer un viaje a Sanabria, queria visitar el cementerio de un pequeño pueblo (me ha pedido que no diga el nombre) donde esta enterrada parte su familia y hacia años que no visitaba.
Se despertó pronto aquella mañana de noviembre, no había mucha gente en el camping, pero si los suficientes niños, para despertarlo, demasiado pronto, para su gusto.
Subió la cremallera de la tienda y saco la cabeza, hacia un buen día, sol y sin nubes. Miro el reloj 08:45 por lo que decidió al menos ponerse los pantalones dentro de la tienda, después de muchas contorsiones lo consiguió, termino de vestirse fuera, ponerse las botas y se puso en marcha.
-ya parare en algún sitio a desayunar-
Casi una hora después tomo el desvío por la comarcal, veinte minutos después, paro en un alto de la carretera, que conocía y  vio el pueblo abajo, en el fondo del valle.


Se quito el casco y después de rebuscar por los bolsillos de la cazadora, encontró el paquete de tabaco, encendió un cigarro y mirando alrededor, pensó que aquello estaba involucionando, la carretera "nueva", que no era nueva, era una ampliación realizada a finales de los 80´s para que pudieran pasar dos coches sin muchos problemas, de la primera vez que se asfalto la pista de tierra que siempre había existido.
Se coloco el caso en el brazo -Total, aquí quien coño me va a multar- Se dejo deslizar carretera abajo.
El cementerio con su paredes pintadas de blanco estaba a la entrada de la aldea. Delante de la escuela que hacia décadas que había dejado de tener alumnos. 
Detuvo la moto al lado de las escaleras que daban acceso al interior, dejo el casco colgado del retrovisor.


Corrió el cerrojo de la verja, que chirrió, como quejándose de que le hicieran trabajar. No se sorprendió al ver que estaba vacío, de todas formas en el pueblo ya había mas gente dentro que fuera. Se pregunto quien cerraría los ojos al ultimo.
El cementerio había sido ampliado y remodelado, por lo que ahora tenia forma de T. Había entrado por uno de los brazos cortos, fue directo al panteón, estaba muy descuidado, lo estaba todo en general.

Estaba en la parte mas antigua, la hierba que crecía le impedía ver las tumbas mas antiguas, mirando por donde pisaba para no romper ninguna lapida  se acerco a la sepultura familiar, cuando se agacho para limpiar las hojas, vio que había una mujer bastante alejada de el con el vestido típico: rodal, mandil y camisola blanca. Ella levanto la mano y le saludo con un gesto, el se lo devolvió.
Que autentica con el traje y todo. Pensó. No le dio mucha importancia, abrió la mochila  y saco un espachurrado ramo de rosas. Lo deposito sobre el sepulcro.

-No os quejéis, lo que cuenta es la intención, espero que esteis bien allá donde sea que esteis-

Aparto unas briznas de hierba, miro hacia la chica, que ahora estaba colocando unas flores en un tiesto. Se cruzaron las miradas, y la saludo a forma de despedida, ella sonrió y le devolvió el saludo.
Volvió sobre sus pasos, leyendo ahora las fechas de las tumbas.1780, 1745, 1823
Tenia la puerta a la vista, cuando escucho el ruido de una llave y una anciana que se alejaba de la puerta, acelero el paso hacia ella llamándola, pero la señora, con su paso lento pero sin pausa, desapareció al girar.
Llego a la verja, la zarandeo. Cerrada, menos mal que es de día. Vio que podía saltarla sin muchos problemas aprovechando las recargadas formas que la adornaban.
-Pero antes de hacer el indio- pensó -quizás aquella chica tenga llave-
Otra vez sobre sus pasos, paso por delante del panteón de su familia -no vale reírse- le dijo a la sepultura.
La chica se había levantado y estaba sacudiéndose la falda que le llegaba hasta el suelo.
-¡Hola! Le dijo. ¡Que han cerrado la puerta!
-Buenas- La chica le miro, era rubia, ojos claros, indefinidos...
-¡La Remedios!, Cuando se acuerda viene y cierra, y como esta medio sorda, no se entera de nada.
-Ven- le dijo comenzando a caminar, -hay otra salida, yo siempre salgo por esa-
Lo llevo hacia una parte del muro que estaba libre de nichos
-es por aquí, sígueme-le dijo señalando la pared.
-¿como vas a saltar con ese vestido?-  viendo que no había salida al exterior
-¡que no hace falta saltar nada!-
-Pues ya me dirás como salimos-
-¡pues muy fácil! así...-
...y atravesó el muro, dejando solo una mancha parecida a la humedad, que también fue desapareciendo.
Se quedo paralizado, hasta que el ultimo retazo de mancha se evaporo.
Salio corriendo entre las hierbas hacia la salida, escucho un par de crujidos de piedra que se agrieta, pero ni se paro. Llego a la puerta se encaramo, llego arriba y salto los dos metros de altura sin pensarlo. Y se quedo estirado en el suelo mirando el cielo azul y tratando de digerir lo que había pasado.
-¡Pero chico! ¡Hay pobre!. Haber llamado que te habríamos abierto, que estamos tomado el sol aquí en la puerta. ¿te has echo daño?-
Giro la cabeza y vio a tres abuelas sentadas en un banco de piedra que le miraban sorprendidas y preocupadas.
Se levanto -las brujas de Macbeth, a ver que pasa ahora- 
-¡No se preocupen!, estoy bien. Me voy que tengo prisa-
Se subió a la moto, se coloco el casco, y vio por el retrovisor, como las abuelas se estaban riendo.
-¡Lo han echo adrede! ¡lo saben!...cabronas-

Metió primera y se largo...




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